Cuando ha fallecido una persona con quien teníamos un vínculo afectivo, ocurre en nosotros un proceso psicológico llamado duelo, que tiene como objetivo la adaptación emocional ante la pérdida de la relación y el contacto con el otro. El duelo, afecta a las personas a nivel biológico, emocional y conductual y se procesa en forma distinta dependiendo de la relación con el fallecido, el tipo de muerte, las situaciones estresantes a consecuencia del fallecimiento, el tipo de apoyo social recibido y las creencias culturales. El duelo, es un proceso que se vive en varias etapas:
- La primera etapa es la negación, la persona está bajo el efecto del impacto emocional por lo que sucedió, y experimenta un “bloqueo” que se debe a la pérdida y a la percepción de falta de recursos para afrontarla.
- A medida que avanza el proceso de negación, inician sentimientos de ira, frustración, rabia, impotencia, por la dificultad de modificar las consecuencias de la pérdida. En la etapa de ira, la persona atribuye la culpa de la pérdida a algún factor, puede ser otra persona o a sí mismo. Frente a la imposibilidad de cambiar la situación se puede entrar en un “bucle” donde la persona se culpabiliza excesivamente en lo sucedido buscando diferentes alternativas de respuesta que hubieran impedido el fallecimiento del ser querido (“…y si no lo hubiera dejado hacer ese viaje” “…y si lo hubiera convencido de dejar de fumar” “…y si lo hubiera llevado con otro doctor”).
- Luego de la fase de ira, la persona vive una etapa de negociación consigo misma o con el entorno (con Dios, por ejemplo), para comprender la pérdida que se ha producido. Intenta buscar una solución a lo sucedido, aunque sabe que es irreversible por lo que puede fantasear con la idea de revertir lo que ha pasado.
- A medida que la persona se hace consciente de la realidad ocurrida, atraviesa una fase de tristeza y dolor emocional, donde aparecen síntomas relacionados a la depresión, a la ansiedad y pensamientos negativos recurrentes. Sirve para preparar a la persona para la aceptación, por lo que no es aconsejable evitar contactar con la tristeza y su expresión, ya que es necesaria para continuar con el proceso de duelo “normal”.
- En la fase de aceptación, la persona finalmente ha aprendido a vivir con la pérdida lo que no significa que la persona haya olvidado a su ser querido o que se sienta “bien” sin la persona que ya no está, sino que ha podido adaptar su rutina a la “falta” de quien ha fallecido.
Es recomendable que la persona exprese las emociones que siente. Es posible que se vea afectada la manera como funcionamos, podemos pasar el día sin apetito, con dificultades para conciliar o mantener el sueño siendo afectada nuestra rutina diaria. Esta situación será más frecuente durante las primeras 72 horas de haber ocurrido el hecho, y poco a poco la persona irá ajustándose a los cambios sucedidos. Es muy positivo tener apoyo social durante este proceso.
La mayoría de las personas logra recuperarse de la pérdida, manteniendo estabilidad en su salud y funcionando de manera adaptativa durante el duelo. No obstante, existen algunos casos en los que el proceso de duelo se torna complicado, ya que la persona siente que el dolor por la pérdida de su ser querido se intensifica a medida que pasan los días, se hace difícil asimilar la pérdida, la persona presenta problemas para funcionar de manera ajustada a su entorno, puede tener sentimientos de tristeza la mayor parte del día, dificultades para redefinirse a sí mismos, sentimientos de culpa o preocupación por dejar de pensar en quien ha fallecido si pasa un momento agradable, recriminándose constantemente por lo que pudo haber hecho. En estos casos es importante buscar ayuda profesional para gestionar de manera más saludable lo que está viviendo la persona.
Si estás viviendo un proceso de duelo y sientes que necesitas orientación, puedo ayudarte.
Lcda. Nancy Marchán